
Una iglesia una comunidad
"Formando discípulos. Alcanzando generaciones. Impactando naciones."
"Formando discípulos. Alcanzando generaciones. Impactando naciones."
“He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá.” – Habacuc 2:4
Lectura inicial
Vivimos en tiempos donde nuestra fe es probada a diario. Las noticias, las redes sociales y las voces que nos rodean parecen cuestionar si Dios realmente tiene un plan. La cultura dice que la fe es para quienes no piensan, pero la Escritura nos recuerda que creer en Dios es más real y sólido que cualquier argumento humano.
En la Biblia, la fe tiene un nombre profundo: Emuná. Esta palabra hebrea no describe solo una creencia intelectual, sino una vida apoyada en la fidelidad de Dios. Emuná significa firmeza, confianza y fidelidad: una fe que no se deja intimidar por las circunstancias, que permanece estable cuando todo alrededor se tambalea.
Es ahi cuando el Espiritu Santo y la palabra de Dios trasforman la manera en la que enfrentamos la crisis y manejamos nuestro temor ante la incertidumbre. Esto produce en nuestras vidas un fé para vivir.
Una fe que da estabilidad
“Y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol.” – Éxodo 17:12
En este pasaje, la palabra emuná se traduce como firmeza. La fe verdadera no es un sentimiento pasajero, sino una convicción estable que se mantiene aun cuando las emociones cambian. Así como Moisés necesitó el apoyo de otros para mantener sus brazos en alto, nosotros necesitamos la comunidad de fe para sostenernos.
¿Dónde buscas tu estabilidad? ¿En tus fuerzas, en las circunstancias, o en la fidelidad de Dios?
Una fe que confía aun sin ver
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” – Hebreos 11:1
Abraham creyó a Dios cuando no tenía ninguna evidencia física de la promesa (Génesis 15:6). Emuná es confiar activamente, caminar en obediencia aunque no tengamos todas las respuestas.
¿Qué promesa de Dios necesitas abrazar hoy, aun cuando no ves cómo se cumplirá?
Una fe que produce fidelidad
“Él es la Roca, cuya obra es perfecta… Dios de verdad y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto.” – Deuteronomio 32:4
Dios es absolutamente fiel, y esa fidelidad nos llama a vivir con lealtad y constancia. La fe genuina no solo confía en el carácter de Dios, sino que responde con obediencia diaria: en nuestras relaciones, decisiones y servicio.
¿Tu manera de vivir refleja la fidelidad de Dios en lo cotidiano?
El ejemplo perfecto: Jesús
“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe.” – Hebreos 12:2
En Getsemaní, Jesús oró: “Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya”(Lucas 22:42).
Él mostró la Emuná perfecta: confianza total en el Padre, fidelidad hasta la cruz y estabilidad en la prueba más grande. Si Él confió, nosotros también podemos vivir confiados, aun en medio de la incertidumbre.
Oración
Señor, gracias porque Tu fidelidad es inmutable. Ayúdame a vivir una fe firme como roca, a confiar en tus promesas cuando no las vea, y a responderte con fidelidad cada día. Que mi vida refleje la confianza de Jesús en cada decisión y cada paso. Amén.
¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre?
¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?
¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma,
con tristezas en mi corazón cada día?
¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?
Mira, respóndeme, Jehová, Dios mío;
alumbra mis ojos para que no duerma de muerte,
para que no diga mi enemigo: «Lo vencí».
Para que no se alegren mis adversarios cuando yo resbale.
Mas yo en tu misericordia he confiado;
mi corazón se alegrará en tu salvación.
Cantaré a Jehová,
porque me ha hecho bien. Salmo 13
Reflexión
El Salmo 13 nos abre la puerta al lenguaje del lamento, una oración hecha desde el dolor, pero que conduce a la confianza. El lamento no es lo mismo que la queja. La queja se encierra en la frustración, pero el lamento lleva esa carga al único que puede transformar el corazón y la realidad: Dios. El salmista no oculta su angustia ni disimula su dolor; lo expresa con honestidad. Y es precisamente esa sinceridad la que lo conduce a un lugar de encuentro con Dios, donde la súplica se convierte en confianza y la angustia en esperanza.
Jesús mismo en la cruz nos mostró que el lamento es parte de la experiencia de fe: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mt. 27:46). Allí, en el clamor más profundo, se afirmó la obra de redención. El lamento de Cristo garantiza que nuestro dolor no es el final de la historia.
Principales Puntos de Enseñanza
1. 1. Buscar a Dios
El lamento nos invita a correr hacia Dios, no a huir de Él. La pregunta “¿Hasta cuándo, Jehová?” muestra que aun en el dolor el salmista reconoce que solo Dios puede responder.
2. 2. Decirle lo que nos aqueja
El salmista no disimula su angustia. Expresa sus conflictos internos y externos con transparencia. Nuestra oración debe ser un espacio de sinceridad, donde nombremos aquello que duele y lo pongamos ante el Señor.
3. 3. Pedir sabiduría para formular nuestra petición
El ruego “Alumbra mis ojos” no es solo un deseo de alivio, sino un clamor por comprensión y esperanza. Orar es más que pedir cambios en las circunstancias; es pedir que Dios ilumine nuestro corazón para interpretar la realidad desde Su presencia.
4. 4. Confiar en Aquel que hizo el mayor lamento en la cruz
La oración de lamento siempre termina en confianza: “Mas yo en tu misericordia he confiado.” El salmista decide descansar en el amor de Dios. Nosotros también podemos confiar, porque Cristo en la cruz llevó nuestro lamento y abrió el camino a la salvación. (Mateo 27:46).
Oración Final
Señor amado,
Venimos ante Ti con el corazón abierto, reconociendo que muchas veces el dolor nos abruma y sentimos que estás lejos. Hoy queremos lamentar delante de Ti, no con desesperanza, sino con fe.
Te buscamos, te decimos lo que nos duele, y te pedimos que ilumines nuestros ojos con tu verdad. Enséñanos a confiar en tu misericordia, recordando que Jesús en la cruz levantó el más grande lamento para que nosotros encontremos vida, esperanza y salvación.
Que nuestro clamor se convierta en confianza, y nuestra tristeza en alabanza.
En el nombre de Cristo Jesús. Amén.
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